Víctor Peña es un fotoperiodista salvadoreño, miembro del periódico El Faro. Desde ahí aborda temas sobre desigualdad, género, violencia; la crisis política en el Triángulo Norte de Centroamérica, y el fenómeno migratorio. En junio de 2021, su padre fue diagnosticado con insuficiencia renal crónica. Desde entonces redirige la mirada hacia la vida cotidiana de los pacientes de bajos recursos que sufren y luchan a diario para contrarrestar los golpes de ese monstruo irreversible.
Centroamérica ha sido víctima de una violencia social histórica: conflictos armados, narcotráfico, pandillas, violaciones a derechos humanos y la sistemática corrupción de sus gobernantes. Estos provoco el fenómeno migratorio hacia Estados Unidos, que pese a los atropellos del camino, ocurrió de manera clandestina. La caravana de migrantes que partió de Honduras en octubre de 2018, impulsó la migración masiva y puso en evidencia el fracaso de las políticas públicas de la región.
Para Víctor la migración no es una cifra, «es un conjunto de historias individuales que resumen la historia trágica de Centroamérica, y las caravanas se volvieron un camino a seguir, una ruta para entender los atropellos que provocan que las oportunidades se agoten y que a una persona se le acabe su país. La migración son los que huyen, los que caminan, los capturados, los deportados; los atrapados en las ciudades interminables del camino, los secuestrados, los violentados, los marginados; los que buscan a sus familiares desaparecidos, los desaparecidos, los que llegan, los explotados, los que vuelven, los que regresan al camino.”
En enero de 2020 vimos muy lejana la posibilidad de que una pandemia nos alcanzara. Desde diciembre se escuchaba el rumor de un nuevo virus que ya afectaba a una ciudad específica en China; parecía un cuento. El Salvador aumentó la desinformación, los mitos: muchos aseguraban que ese nuevo virus perdía fuerza con las altas temperaturas, y eso nos convenía y nos mantenía a salvo. Nos hizo sentir afortunados de no ver llegar la peste que comenzó a invadir Europa, y causó mayores estragos en Italia y España. Llegó también a Estados Unidos, donde a diario reportaba el aumento de contagios y nuevas víctimas mortales. “Hablar de una pandemia es también hablar de un fenómeno desconocido. Es enfrentarse a una nueva forma de vida, a la adopción de nuevos comportamientos y, sobre todo en el oficio periodístico, comenzar por entender sus orígenes, su afectación y las consecuencias que pueda generar en la población, a la que a diario había que contarle y explicarle una historia que cambiaba constantemente las versiones.”
Su cobertura sobre la pandemia en El Salvador, llevó su trabajo hasta el colectivo de 26 fotógrafos de Latinoamérica y España, que se unieron para publicar el libro “Pandemia”, miradas de una tragedia. Un proyecto humanitario que ayuda a los familiares de fotógrafos que murieron durante la cobertura de esta crisis sanitaria mundial. Además, este trabajo fue parte del Latin American Foto Festival, del Bronx Documentary Center de New York. Una exposición anual, que reúne a fotógrafos que cuentan los problemas sociales de Latinoamérica, a través de la fotografía documental.
“Una rosa amarilla tirada sobre el pavimento. Unos ojos que intentan despedirse de un cadáver desde el otro lado de un muro. Una vida que se apaga en plena vía pública. Lágrimas, luto, encierros, represión.” La pandemia del coronavirus, como en todo el mundo, como en todas partes, desoló a una sociedad que desde que acabó la guerra, en 1992, se había desacostumbrado a saber qué significa vivir con miedo. Llegada la covid-19, la crisis sanitaria (humanitaria) caló hondo en parte por un sistema de salud endeble, pero también porque desató otra crisis: una más política generada por el Gobierno, que se aprovechó de la emergencia para hacer de ella propaganda y lucir su lado más autoritario.
Los números de la pandemia son devastadores para un país con poco más de 6 millones de habitantes: hasta el 8 de abril de 2021, La pandemia por la COVID-19 lleva 2040 fallecidos, según cifras oficiales; sin embargo, los datos de defunciones de las municipalidades en todo el país contrastan esta cifra y sugieren un alza significativa de casos no registrados.
Desde mayo de 2020, los hospitales colapsaron, sus morgues se abarrotaron como nunca antes y algunos cementerios, un año después de la primera cuarentena, ya no dan abasto. Pero al paso devastador del virus hay que sumarle una cuarentena obligatoria, militarizada y atentatoria contra los derechos humanos de 82 días de larga duración. La pandemia destapó la miseria, pero también una crisis política con un gobierno que se aprovechó del inmenso apoyo popular con el que cuenta para gastar sin rendir cuentas, incumplir órdenes judiciales, desmantelar el Estado de derecho y sacar réditos electorales con el asistencialismo en medio de la pandemia.
Según Víctor: “El periodismo salvadoreño se enfrenta a un ataque sistemático del Gobierno de Nayib Bukele y sus allegados políticos, que atacan y desacreditan el oficio y a los periodistas desde sus canales de propaganda financiados con fondos públicos”.