Útil post de nuestros colegas de la Prague Media School sobre qué son las Alt Tech y las Big Tech y cómo compiten por la audiencia.
El acceso no es para todos
Quizá recuerdes las noticias sobre el bloqueo de las cuentas de Donald Trump en las principales plataformas de redes sociales tras la toma del Capitolio el 6 de enero. Twitter, Facebook, Instagram, Reddit, Discord, TikTok, Twitch, Snapchat y YouTube participaron en el bloqueo masivo de las cuentas del 45º presidente de los Estados Unidos y de sus seguidores.
De repente, el antes inexistente debate público sobre si tales acciones de las redes sociales pueden/deben considerarse un acto de censura y cómo esto se relaciona con el derecho a la libertad de expresión, ha llegado a suplantar de la primera línea a la retórica epidemiológica. Muchas figuras públicas, independientemente de su ubicación en el espectro político, han comenzado a hablar de un problema obvio: miles de millones de usuarios se enfrentan a una situación diaria en la que un pequeño grupo de ejecutivos corporativos de la Big Tech puede cerrar el acceso de los usuarios a sus canales personales de comunicación. A quien quiera y cuando quiera.
Wikipedia describe el concepto de Alt-tech de la siguiente manera: grupo de sitios web, plataformas de redes sociales y proveedores de servicios que se han hecho populares entre las comunidades de derecha, extrema derecha y también otras comunidades que comparten las ideas radicales de las denominadas «teorías marginales». Pareciera que los proyectos de alt-tech se dedican e interesan sobre todo a los partidarios de la derecha y la extrema derecha, pero esto es cierto sólo en parte: resulta que muchas personas preocupadas por las restricciones a la libertad de expresión buscan e incluso construyen plataformas y software de comunicación alternativos (basta con ver las salas de chat de Telegram).
Ya hay decenas de empresas que prometen ofrecer un refugio contra la censura a quien lo necesite. Por el momento, las más populares en Estados Unidos son Parler y Gab, que se anuncian como una alternativa a Twitter, y desde el Facebook en ruso, por ejemplo, vimos el inicio del éxodo de usuarios a la red de Alt-right «Minds», que se posiciona como una red libre de censura por parte de los propietarios de la plataforma -la política de contenidos de la red está regulada por un jurado de la comunidad-. En primavera, se unieron a “Minds” un total de 250.000 usuarios tailandeses de Twitter activos políticamente (casi el 10% de la audiencia activa de la plataforma en el país).
Sin comentarios
En el polo opuesto se encuentran las Big Tech. Las 5 mayores empresas informáticas de EE.UU: Amazon, Apple, Google, Facebook y Microsoft, que han sido criticadas en repetidas ocasiones por monopolizar el mercado, violar la privacidad de los usuarios y mostrar parcialidad política, ahora también son acusadas de deplatforming por violar el derecho a la libertad de expresión. En el último mes, Google Play ni siquiera ha pretendido hacer de cuenta que «si los pedros ladran, es señal que cabalgamos» y ha bloqueado la versión extendida de “Minds”. Si no se descarga el software desde un sitio de terceros, los posteos se pueden leer pero no comentar.
Es importante entender que en este caso no estamos hablando de una lucha entre el bien y el mal, por mucho que los representantes de ambos polos intenten mostrar la situación de esta manera. El auge de los movimientos de extrema derecha, por un lado, y la necesidad de legislar sobre las empresas privadas en materia de libertad de expresión, por otro, son problemas muy diferentes que deberán abordarse en la nueva década.
El post original se publicó en la página de la Prague Media School.